Abrumados por los recortes y por el empeoramiento de sus condiciones laborales, la policía municipal de Madrid se ha declarado en lucha. Impulsados por un sentimiento de solidaridad recién descubierto, la policía municipal ha decidido “plantar cara” a sus amos de la misma y ridícula forma que está ahora tan de moda dentro del panorama reivindicativo actual, por supuesto desde su posición privilegiada que ofrece este sistema a quienes los defienden. No pararán hasta conseguir unas condiciones dignas en las que ejercer la opresión. Porque lo necesitamos, es por nuestra seguridad.
La indignación de este colectivo es alarmante. La espuma brota de sus bocas cuando hablan de sus amos, sus panfletos y pintadas transmiten una rabia inusual. Se quejan contra su despilfarro, contra los amiguismos en el ayuntamiento. Se quejan del gasto generado por las distintas “corazonadas” del ayuntamiento de Madrid respecto a próximas olimpiadas. Sin embargo, no se quejan de que reciben pluses por poner más multas. No se quejan del papel que tienen sus “hermanos mayores” en los desahucios, o en la represión brutal de manifestaciones en las calles. No se quejan de este sistema “representativo” que nos roba la libertad y capacidad de decisión, ni del sistema económico, que nos roba nuestra fuerza de trabajo y la dignidad.Y tampoco se quejan de que tengan que meter gente en la cárcel.
No se quejan de nada de esto, porque son una institución represiva al servicio de la clase dominante. Y como todas las instituciones represivas a lo largo de la historia solo son capaces de mirar por el ombligo de sus amos. Su única función es defender el orden social establecido, perpetuando la desigualdad. Y cuando desaparezca la desigualdad, desaparecerán ellos.
Mucha gente, al leer esto, se llevara las manos a la cabeza. “¿Cómo es posible que se atrevan a decir esto de la policía? ¡Si son la única barrera que impide a la civilización sumirse en el caos! ¿Quién nos protegerá de todos aquellos asesinos, ladrones y violadores que acechan tras las esquina, y cuyo único fin es acabar con mi democrática vida?” Para poder contestar a estas preguntas, es necesario ahondar en la función básica de la policía, que es castigar el delito. Una vez aceptamos esto, debemos definir el delito.
Para empezar cualquier definición coherente del delito hay que entenderla desde un punto de vista social. El delito es consecuencia de los hechos sociales, ya que es un producto de la personalidad (moldeada por los agentes de socialización) y del contexto (definido gracias a los hechos sociales). Las instituciones juegan un papel muy importante en la definición de la personalidad y en la creación del contexto. Se puede ver sin lugar a dudas como en las zonas donde hay mas pobreza (y por tanto mas necesidad) los índices de delincuencia son mas altos. Necesidad y delincuencia se entrelazan hasta que ambas terminan institucionalizándose, llegándose a crear estos “focos de delincuencia” de forma natural, debido a la inherente discriminación producto del capital. Es por esto por lo que sostenemos que es el propio Estado el que crea y castiga el delito para poder asustarnos de nosotros mismos y poder seguir engordando en las poltronas. Pero el Estado no se queda allí, si no que va mas alla creando una legislación castigadora del delito que crea unos privilegios jurídicos ante los cuales tampoco somos iguales. Y para corroborar esto, no hay más que ver la última reforma del código penal (que criminaliza la protesta social), o como los poderosos se libran de sus condenas por delitos que causan muchísimo mas daño que aquellos delitos por los que van a la cárcel los desposeídos. ¿O acaso van a la cárcel los políticos corruptos? ¿O los responsables de las entidades bancarias que agolpe de desahucio empujan a la gente al suicidio? Nosotros no pedimos penas de cárcel para esta gente, pues rechazamos la justicia burguesa en todas sus formas, y por tanto no creemos en su sistema penitenciario. Introducir a una persona que (según nuestros amos) está desarrollando conductas “antisociales” o delictivas con otras personas que ya las han desarrollado creando una brecha entre la vida real y la vida penitenciaria (es por eso que las personas que pasan largos periodos de tiempo en la cárcel suelen institucionalizarse, es decir, no saben vivir fuera de la cárcel), ya en esencia, como agente de reinserción, no tiene sentido alguno. ¿Qué aprende una persona en la cárcel si no es como mejorar sus conductas para que no la vuelvan a pillar? Es cierto que “reinsertan” a gente, aunque es muy posible que esas personas que no reinciden es o bien que no necesitaban ser reinsertadas (hayan cometido el delito o no) o bien es el terror el que le guía a no delinquir, y como también sostenemos, las conductas aprendidas por el miedo no se aprehenden y tarde o temprano termina saliendo a la luz.
Tampoco creemos que sea ante los jueces y sus leyes ante quienes tenga que responder un delincuente, sino ante las personas implicadas con un seguimiento social.
Nuestras convicciones y actos los guiamos hacia la eliminación del delito y no por su castigo.
Esta sería, por así decirlo, nuestra crítica más científica (aunque no está completamente desarrollada). La crítica más política es que somos antiautoritarios y, siendo capaces de autogestionar nuestra propia defensa, la que libremente elegiremos nosotros, no queremos la que nos imponen las clases dirigentes, la cual no sirve más que para perpetuar la miseria, el individualismo, el miedo al prójimo y la lucha mutua frente al apoyo mutuo.
En una sociedad comunista libertaria al desaparecer la propiedad privada y la autoridad gran parte del delito desaparecería junto con la dominación del hombre sobre el hombre y las desigualdades económicas. Sin embargo, sería iluso por nuestra parte el afirmar que el delito desaparecería por completo. Es evidente que los conflictos y agresiones se seguirán produciendo, aunque en mucha menor medida, por haber roto con el individualismo y haber primado las relaciones sociales y en igualdad frente a las relaciones de poder. ¿Cómo gestionar estos conflictos sin caer en el autoritarismo? Al ser defensores de la acción directa, creemos que deben ser las personas afectadas por la acción (incluido aquel que la lleva a cabo) los que valoren la situación y busquen la solución, siempre evitando la venganza y el beneficio personal, y nunca delegando en policías, jueces o demás instrumentos de represión burguesa.
Andrés de la Pezuela Susanto