El año pasado fui como voluntaria a una asociación de mi
barrio, al entrar me ofrecieron los programas que tenían en funcionamiento para
que decidiese en cual quería colaborar. Elegí trabajar con un grupo de discurso
libre con mujeres receptoras de la renta mínima de inserción.
Con lo primero que me encuentro en estos grupos, en concreto
dos, es una falta de elección de estas mujeres de ir o no ir; ya que ellas
creen que si dejan de asistir se les retirará la ayuda que perciben. Aquí encuentro
el primer dilema que es obligarlas sin ellas querer en un principio asistir. Se
trata de una terapia que en un principio le viene bien, pero eso lo decidimos
desde una perspectiva como simples observadores. ¿Es justo obligarles a asistir
a estas reuniones? ¿Es ético engañarles así?
Además la trabajadora social con la que colaboraba me contó
que tenían conocimiento de que varias de estas mujeres que asistían a las
reuniones percibían dinero por otras vías además de la RMI, cuando nosotros
conocemos que esto no puede ser así.
Al preguntarle que si era una práctica normal me contó que
sí, que es algo que ocurre frecuentemente, y que ella había tomado la decisión
de ayudar a los usuarios, en este caso usuarias, como trabajadora social sin
importar si recibían más o menos ingresos de otras fuentes.
¿Es justa esta decisión para personas que no reciben esta
ayuda que exista gente que la reciba sin cumplir los requisitos?
Miryam Lorenzo.